
Los lugares vacíos, por ejemplo, reivindican su condición de espera, la hipótesis de que algo mejor ocurra, por lo menos allí. Un lugar vacío puede aspirar a todo. Tal como es, ya es mucho, porque en los solares que nadie quiere pararse a mirar lo que más hay es historia, pasado, la vida que se ha vivido y a la que podemos asomarnos, por ejemplo, imaginando las voces que allí se podían oír. Pero hay que elegir entre usar esas llagas de la ciudad para inyectarse una nostalgia macilenta, o hacer un proyecto. Y hacer un proyecto no es imaginar cualquier cosa (porque también los tiburones sueñan con solares), sino trabajar para que ocurra algo mejor.